No podemos dejar de encendernos, cuando a los boticarios, nos ponen ejemplos de firmas muy conocidas, por su compromiso con el mundo "verde" y con su buen hacer formulando. Muchas veces, estos ejemplos de firmas, están en grandes superficies comerciales donde parece que "todo vale" y venden su "engañoso producto bio" hacen bandera de esta filosofía.
Aunque somos boticarios y nuestro campo es la formulación, para no aburriros desde este punto de vista, vamos a enfocarlo, desde la perspectiva de la comunicación corporativa.
Objetivo: solo “engañar” no "mentir".
Muchas marcas, incluso dentro del mercado farmacéutico, surfean la ola de lo “natural” retorciendo las palabras, exprimiendo al máximo la ambigüedad para no “mentir” (lo cual les llevaría directamente a los tribunales).
Cuando muchas veces buscamos la composición, es imposible acceder a la lista completa de ingredientes. Este es un truco muy habitual en la práctica del greenwashing. En su publicidad solo enumeran los ingredientes que les conviene citar, bajo el apelativo “ingredientes activos” o “ingredientes principales“, y olvidan los otros, salvo en la nomenclatura INCI ( parte lateral de las cajas que compramos) donde la ley les obliga a citarlos todos.
Por supuesto, te resaltarán efusivamente, que NO tienen ni aceites minerales ni parabenos. Pero el tema de los parabenos lo dejamos para otra entrada porque también es otro tema que nos indigna....
¿Es lo mismo “aceites 100% vegetales” que “100% aceites vegetales?
Si os fijáis en la formulación “aceites 100% vegetales”, la idea es dar a entender que está constituido al 100% de aceites, pero no es lo mismo “aceites 100% vegetales” que “100% aceites vegetales”. Esta es la trampa, el orden de las palabras. El truco para “insinuar” sin llegar a “mentir”. Lo que no nos dicen realmente, es que aparte de aceites hay otras cosas.
¿Producto “Bio“?
La mayoría de ellos, tienen algún ingrediente BIO, pero mezclados con tal cantidad de químicos que tendrían que ser mágicos para que su presencia tuviera un interés cualquiera.
En fin, os pasamos “The Greenwash Guide”, para que tengáis algunas simples formas de identificar esta práctica para que no nos "laven el cerebro".
1.- Lenguaje ambiguo: palabras o términos sin un significado o fundamento claro que usan las empresas para describir a sus productos. Por ejemplo: “comprometido con el medioambiente”, ¿hasta dónde llega su compromiso?
2.- Imágenes sugerentes: injustificadamente, sugieren un impacto positivo en el medio ambiente.
3.- Mensajes irrelevantes: enfatizar un pequeño atributo ecológico, en productos donde todos los demás, no lo son. Por ejemplo, "cigarrilo ecológico", ¿es el mayor de todos los males?
4.- Jerigonza: utilizar lenguaje confuso y que en algunos casos, sólo personas de la ciencia podrían entender
5.- Sin prueba: ¿dónde está evidencia? Por ejemplo, champús que afirman tener "certificado orgánico", pero sin certificación verificable.
En 2004, la Unión Europea quiso clarificar un poco el embrollado panorama y prohibió la utilización de las partículas eco o bio para alimentos que no fueran producto de la agricultura ecológica. Fue la razón de que los yogures Bio, de la marca Danone, pasaran a llamarse Activia, como siguen llamándose hoy en día.
Sin duda, un tema que se agradece que alguien hable con transparencia y no jueguen con nuestra conciencia ni deseos, como os explicamos en la entrada "Cosmética BIO, nuestra actual búsqueda".